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sábado, 31 de octubre de 2015

NEOLIBERALISMO, NUEVA MAYORÍA E IZQUIERDA. APUNTES PARA UNA ESTRATEGIA DE RUPTURA DEMOCRÁTICA. Por Alexander Salin


El golpe de Estado de 1973 genera las condiciones político-sociales para introducir transformaciones radicales en el sistema económico chileno, permitiendo la implementación de un modelo neoliberal basado en una economía de libre mercado. Si bien la complicidad de la dictadura militar y la Escuela de Chicago, es fundamental para comprender su proceso de implementación; los procesos de legitimación y consolidación de la “revolución liberal” solo son inteligibles gracias al rol que ejercen los gobiernos democráticos en conjunto con los partidos políticos de la Concertación. Es posible referirse a la consolidación de este modelo en base a los esfuerzos de los gobiernos de la Concertación en estabilizar la economía e imprimir un crecimiento estable y sostenible del PIB;  mediante el incremento la tasa de inversión, un manejo macroeconómico que lograse equilibrios sostenibles y reducir la vulnerabilidad ante shocks externos, y dar respuesta a las demandas sociales más urgentes (Ffrench-Davis 2002). Por otra parte, es posible de hablar de legitimación en tanto que los gobiernos de la Concertación sustentan  dicho modelo en base a una retórica de estabilidad económica, social y política, el mito clase media. Todo se acompaña de un alejamiento del ciudadano común y corriente de los temas políticos, reducidos a una cuestión estrictamente técnica y administrativa (Salin Y Mazú 2012).
Sin embargo, la movilización estudiantil en 2011 demuestra los primeros atisbos de descontento social y de disconformidad, la estabilidad económica ya no es sinónimo de seguridad social, los procesos de privatización fueron profundizándose y consecuentemente el endeudamiento, la desigualdad en el acceso a derechos sociales (salud, educación, vivienda, etc.) y la desigualdad en la distribución de ingresos se instalan como problemas en los hogares de las familias chilenas (Salin Y Mazú 2012). Su principal consecuencia en el área política es la emergencia de una creciente tensión entre las demandas sociales y la capacidad de la clase política de dar una respuesta dentro de los márgenes del sistema político-económico. En este sentido, el segundo gobierno de Michelle Bachelet y la conformación de la Nueva Mayoría  representa un esfuerzo explícito de conducir la modernización del capitalismo chileno, incorporando ciertas políticas redistributivas pero perseverando en la acción privatizadora del mercado y el rol subsidiario del Estado, contribuyendo así al blindaje del modelo neoliberal a través de la inclusión de las demandas del movimiento social en sus lógicas de funcionamiento. En términos concretos, dicho esfuerzo se traduce en la implementación de una agenda legislativa centrada en “reformas estructurales”, a saber, reforma tributaria, reforma educacional, reforma laboral, reforma constitucional, etc.
Frente a este escenario, las fuerzas políticas de izquierda han sido incapaces posicionar ejes programáticos propios desde los cuales generar los procesos de movilización que requiere una estrategia de acción directa de masas (ADM) y ruptura democrática; evidenciando un proceso de politización inmaduro frente a la tarea de generar un modelo alternativo al neoliberalismo.
En un artículo anterior, Espinoza (2015a) alertaba sobre el carácter economicista de algunas lecturas sobre el neoliberalismo chileno que enfatizaban en el carácter cultural o subjetivo de la revolución neoliberal y la consecuente subestimación del rol de lo político y del Estado en dichas miradas. El principal aporte de su reflexión es la conceptualización del Estado en tanto “lugar donde se descifra la situación de ruptura de la unidad constituida por una formación social”, no obstante, su análisis muestra falencias importante a la hora proyectar la relación entre una estrategia de “Ruptura Democrática y Acción Directa de Masas (ADM)” por un lado y la lucha política vinculada al control de la institucionalidad estatal por otro. El principal peligro que esconde esta falencia es la reducción de la estrategia de Ruptura Democrática a una cuestión meramente formal, en otras palabras, se corre el riego subsumir la dimensión programática a la consideración de aspectos tácticos-estratégicos.
En este sentido, el propósito de esta reflexión es aportar elementos para la superación de dicha falencia a través del análisis crítico de las estrategia/discurso de la izquierda tradicional frente al  proceso de reconfiguración del bloque Concertación/Nueva Mayoría.

I

“La fortaleza del neoliberalismo ha estado entonces en un punto que nos hemos negado a ver. Las políticas regresivas son tan evidentemente injustas, que solo nos hemos dedicado a criticarlas buscando cuál es el motor que las impulsa. En ese lugar hemos descubierto al neoliberalismo, pero en realidad son todas las escuelas económicas capitalistas las que se amalgaman para recomponer la acumulación de capital en medio de una crisis que es ya permanente”(Ferreira Y Urrutia 2012)

La expansión y concentración de la clase obrera y la emergencia de organizaciones que reivindican los derechos de la clase trabajadora a principios del siglo XX, dan origen a la emergencia de la denominada “cuestión social”, asociada a las duras condiciones de trabajo, salarios bajos e inestabilidad laboral. Como respuesta al crecimiento de las corrientes socialistas, comunistas y anarquistas en el interior movimiento obrero; emerge el reformismo chileno como vertiente social cristiana del Partido Conservador y la Iglesia Católica; el Partido Liberal asume en 1907 como programa la protección de los trabajadores y la corriente socialdemócrata dentro del Partido Radical (Larrañaga 2010).
De esta forma comienza a configurarse en Chile, un “Capitalismo de Bienestar” basado en las directrices del modelo corporativista que introduce Bismarck en la Confederación Alemana de 1880. Este modelo se traduce en una política pública segmentada por categoría ocupacional y clase social. Ejemplo de este modelo lo constituyen las Cajas Previsionales para obreros, empleados particulares y empleados públicos con financiamiento y beneficios diferenciados. En Salud opera la Caja del Seguro para los obreros, mientras que las clases acomodadas recurren a la oferta privada. Así mismo en Educación, los hijos de los trabajadores asisten a escuelas públicas; las clases medias envían a sus hijos a liceos que incluyen cursos de preparatoria y los sectores más adinerados tienen como opción la educación particular pagada (Larrañaga 2010).
A modo de hipótesis, se puede plantear que la segmentación, exclusión y segregación social del “Capitalismo de Bienestar” se encuentra estrechamente asociado a la correlación de fuerzas políticas durante su desarrollo. Siguiendo lo planteado por Salazar, el Estado Liberal chileno integra de forma conflictiva hasta 1973, los intereses y proyectos de las dos principales secciones de la burguesía chilena, a saber, la liberal-financiera y la nacional-desarrollista. Como consecuencia de estos conflictos, podemos señalar (i) la imposibilidad de construir un Estado funcional y eficiente para cada una de estas secciones, fracasando en el desarrollo de políticas librecambistas y políticas industrialistas por otra; (ii) la ineficiencia capitalista del Estado, permite desarrollar una variante populista de la democracia burguesa, lo que favorece la integración de sectores de la “clase media” y en menor medida sectores obreros al aparato estatal. No obstante, la sobrerrepresentación de la derecha terrateniente, la influencia de corporaciones empresariales sobre el aparato estatal y el control de monolítico de los medios de comunicación; relegaron las reivindicaciones del campesinado hasta la década de los 60s. En este contexto, la irrupción de la dictadura militar y a la adopción de la doctrinas liberalismo, implica el fin violento del Modelo de Estado Desarrollista asociado. El proceso de represión política y la transformación del aparato estatal contribuyen indirectamente  la constitución del “mito” del Estado de Bienestar que se expresa en la contextualización de las reivindicaciones sociales dentro de un proceso de reforma que implica una “recuperación” de lo público en un sentido amplio.
El discurso de la “recuperación” impregna las propuestas estratégicas de organizaciones de izquierda tradicional (siendo el Partido Comunista su principal referente) y la relato fundacional de la Nueva Mayoría que comienza a incorporar en su bagaje retorico y comunicacional las ideas de “lo público” y “derecho social”. Desde esta lectura, la acción política de este sector se articula en torno a la contradicción entre neoliberalismo-democracia, contradicción que se expresa principalmente en términos mercantilización de los derechos sociales.
Si bien en términos formales articular una estrategia política en torno a la superación de la contradicción entre derechos sociales y modelo neoliberal pareciese ser correcta; es importante, considerar que la historia, el análisis de las condiciones materiales, nos muestra falencias importantes a la hora de aplicar dicha hipótesis. En este sentido, Urrutia y Ferreira (2012) señalan: “Esta falla en el relato implica dos cuestiones que deberemos probar enseguida: (a) la filiación política cardinal de eso que llamamos neoliberalismo, es Demócrata Cristiana, y con solidas adhesiones socialdemócratas; (b) el bienestar que conocieron los trabajadores del capitalismo central y el fantástico crecimiento económico que lo sustentó en el periodo 1945-1973 (“los 30 años gloriosos”), no estuvo enmarcado únicamente por regulaciones económicas, sino también por una verdadera ideología de la “libertad de precios””. En otras palabras, la imposibilidad de un ejercicio pleno de los derechos sociales, no es un fenómeno particular del neoliberalismo sino una necesidad propio de los patrones de acumulación capitalista (Salazar 2015). La principal implicancia que se desprende para las organizaciones de izquierda, es la consideración que la superación del neoliberalismo no conlleva necesaria ni mecánicamente un cambio favorable a la correlación de fuerzas entre clases sociales: No toda reforma se constituye como un avance.
Como señalaba anteriormente, el principal riesgo de omitir estas consideraciones guarda relación con la sumisión de la dimensión programática a la consideración de aspectos tácticos-estratégicos, tal y como sucede en la actualidad con los partidos que desde una vocación revolucionaria que integran el coalición de gobierno. En este sentido, desde la apelación al realismo político, se renuncia a los ejes programáticos propios, perdiéndose la posición de clase tal en los términos planteados por Espinoza en esta misma revista (Espinoza 2015b).
En el caso del Partido Comunista Chileno, estas falencias son claras al momento de conceptualizar la estrategia “Revolución Democrática”: “Postulamos la Nueva Mayoría Nacional como una fuerza política y social, pluralista y multiclasista, que se construye en la acción por obreros, trabajadores, capas medias de la ciudad y del campo, sectores marginados, profesionales, intelectuales, artistas, artesanos, empresarios no monolíticos, dueñas de casas, jubilados, miembros de las FFAA y de Orden y la juventud, es decir, todos los afectados por el dominio transnacional y la aplicación del modelo neoliberal”(Partido Comunista de Chile 2001). La ambigüedad y laxitud con que se caracteriza la construcción de esta “Nueva Mayoría Nacional” se sostienen en una lectura errónea de la realidad: El supuesto que los “afectados por el dominio transnacional y la aplicación del modelo neoliberal” comparten los mismos intereses de clase.

II

En la política y en la vida en general, el diseño de estrategias y tácticas suele alejarse del desarrollo del curso de los acontecimientos. Este nos permite, considerar ciertas precauciones a la hora de analizar en retrospectiva las consecuencias de dichas falencias.
Antes de comenzar dicho análisis, es preciso establecer algunos de los hechos. Primero, la Nueva Mayoría no se constituye como una coalición político-social de izquierda, la presencia del Partido Comunista, la Izquierda Ciudadana y el Movimiento al Socialismo, en conjunto no presentan ninguna posibilidad de disputar la hegemonía ni conducción a los partidos de la Concertación. Segundo, la conformación de la actual coalición gobernante no ha implicado un impulso a la movilización de masas y tampoco existen indicadores que den cuenta de una rearticulación real (ni siquiera de forma incipiente) de un movimiento sindical y/o reivindicativo que pueda ser atribuida a la acción política del segundo gobierno de Michelle Bachelet. Por el contrario, el Partido Comunista ha visto deteriorada su capacidad de conducción de los actuales movimientos sociales y ha jugado un rol de división y contención de la movilización social. Si consideramos el protagonismo y masividad asumido desde el 2011, el movimiento estudiantil se constituye como el ejemplo más dramático de este proceso.
A partir de estos hechos y desde la perspectiva de una izquierda de intención revolucionaria, uno puede plantear abierta y directamente que la implementación por parte de la estrategia de “Revolución Democrática” planteada por el Partido Comunista ha sido un fracaso. Uno podría matizar dicho juicio, considerando los avances en términos electorales que ha implicado la elección de diputados y alcaldes de dicho Partido y el valor simbólico que tiene la presencia ministerial de sus militantes. No obstante, y aunque a esta altura sea majadero, sobrevalorar dichos avances implica subsumir la dimensión programática a la consideración de aspectos tácticos-estratégicos.
Lejos de reconocer este fracaso, el PC Chileno ha mantenido una disciplina y un compromiso ejemplar con la coalición gobernante. En este punto es interesante abordar los argumentos con los que se autolegitima dicha disciplina:
El primer argumento para justificar esta disciplina se relaciona con la necesidad forzosa que tiene el PC de hacer frente la despolitización social. En palabras de Julio Sarmiento esto se explicita de la siguiente forma: “Si ya la vía democrática al socialismo es cuestionada, que esperar de una posición que nos fuerza a considerar aliados a sectores abiertamente neoliberales, jugando en una cancha donde pareciera que tenemos todas las de perder”. No obstante, el mismo Sarmiento es incapaz de dar cuenta del “intrincado cúmulo de elementos que fuerzan al PC a plantearse un camino tan peculiar hacia la revolución” (Sarmiento 2012). Sin entrar a sobrevalorar la actividad de los movimientos sociales, dicho argumento no computa lo cambios cualitativos que se producen a partir del ciclo de movilizaciones sociales que se sucede a partir del año 2005 y que adquiere su punto peak en el 2011. Sostener que la despolitización “fuerza” no se sostiene en la medida que es precisamente la conflictividad social de los últimos años la que genera la apertura y la oportunidad de incorporar al PC en la diáspora concertacionista. En este sentido, la incorporación del PC a la Nueva Mayoría, responde a la necesidad de la Concertación de relegitimarse frente a las crecientes demandas de una ciudadanía que asumía incipientemente un rol político relevante, más que a una necesidad que impone la actual correlación de fuerzas. La política de alianzas del Partido Comunista, al plantearse desde esta necesidad, omite el cambio de escenario que implica la defección de sectores de la concertación como el Partido Progresista (PRO) y el MAS y la proyección electoral de nuevos referentes políticos como la Izquierda Autónoma y Revolución Democrática, solo por mencionar aquellos cambios en la arena electoral. La ambigüedad con la que se caracteriza esta necesidad esconde una de las principales renuncias del PC chileno: No se asume la responsabilidad que tiene las organizaciones de izquierda en conducir procesos políticos que impliquen revertir el proceso de despolitización, optando en cambio, por asumir dicha condición solo reversible desde la institucionalidad estatal.
En segundo lugar, la defensa cerrada de esta disciplina y del gobierno de Michelle Bachelet, ha sido acompañada de una política comunicacional que apela constantemente al “anticomunismo”, el “sectarismo” y el “voluntarismo” de otras organizaciones de izquierda como forma de invalidar toda crítica política que se realiza desde una posición revolucionaria. El caso de la división del colegio de Profesores, analizado de forma más amplia por Felipe Ramírez da cuenta de una estrategia basada en asimilar la crítica de izquierda al anticomunismo de derecha y/o reducirla a aspectos meramente “moralizantes” (Ramirez 2014). El anticomunismo, refuerza la posición simbólica del PC dentro de la Nueva Mayoría y debilita la base social de los sectores conservadores de la Nueva Mayoría, en este sentido, es un error conceptualizarla como mera “ignorancia” o “ingenuidad” de la derecha conservadora, sino como una estrategia comunicacional que intenta tensionar a la Democracia Cristiana. Opera en este discurso un mecanismo retorico que asocia la crítica de la derecha conservadora, principalmente de sectores de RN y la UDI a avances reales en la estrategia política del PC: “Si la Derecha nos critica, es porque estamos avanzando”, omitiendo del análisis la funcionalidad que tiene el anticomunismo en las disputas interburguesas.
En tercer lugar, la disciplina y compromiso hacia la Nueva Mayoría se auto-legitima en base al consenso generado por la figura de Michelle Bachelet y el programa de la Nueva Mayoría. La coalición gobernante se articula de esta forma como una propuesta de gestionar la heterogeneidad de los partidos e intereses políticos que la conforman. La crisis de legitimidad, sumada al debate generado por la “gradualidad” del impulso reformista y la subyugación del alcance de las reformas estructurales comprometidas a los intereses económicos; permiten dar cuenta la debilidad con la que se construye este consenso. Como señalamos en una anterior editorial de esta revista, la traducción de reivindicaciones sociales en reformas o propuestas concretas, deja un amplio margen de interpretación, en los que ha predominado una reformulación de la política social hacia una mayor cobertura y acceso (desfocalización) sin transformar los mecanismos de financiamiento ni inscribir dichos cambios en un reconocimiento legal de la responsabilidad del Estado en la garantízación de derechos sociales. Una AFP Estatal y la extensión de becas para alcanzar la gratuidad en educación dan cuenta de este punto.
Las propuestas de la Nueva Mayoría, si bien pueden ser leídas como una mejora a las condiciones de bienestar, son insuficientes para generar o sostener un proceso de superación al modelo neoliberal. El aumento de la participación estatal, si bien permite aumentar la cobertura y alcance de algunos beneficios sociales, atenuando los efectos del mercado y promoviendo una mayor inclusión de los sectores medios, se constituyen como medidas insuficientes en la medida que siguen generando y reproduciéndose.
En síntesis, las organizaciones de izquierda tradicional han construido un relato y una estrategia basada en una lectura y análisis social ambiguo e impreciso, con el objeto de justificar una política de alianzas, que en términos prácticos ha conllevado a la cooptación de la capacidad transformadora de estas mismas organizaciones. La paradoja que constituye es que la pretensión de “realismo”, es decir, el acto autoritario de delimitar los límites de lo posible, se construye sobre interpretación de lo real que, consciente o inconscientemente, excluye y simplifica el análisis de los procesos sociopolíticos que configuran los procesos políticos actuales.

III

Esta crítica a las organizaciones de izquierda tradicional que integran la Nueva Mayoría, en particular al PC chileno, no debe ser considerada como un fin en sí mismo; sino más bien como un medio para clarificar las orientaciones políticas de la izquierda intención revolucionaria (IIR). Es decir, es un ejercicio analítico que solo adquiere sentido en la medida que las organizaciones de la IIR sean capaces de diseñar e implementar una alternativa estratégica consistente con los objetivos e intereses de la clase trabajadora.
Desde la Izquierda Libertaria, esta alternativa se nos presenta bajo el concepto de Ruptura democrática. Sin entrar en detalles en los elementos centrales de dicha propuesta estratégica y la política de alianzas propuesta (Movimiento Político-Social Amplio), es importante, establecer algunos elementos o criterios sobre el contenido sustancial de dicha estrategia.
El primero de estos elementos, si bien reconoce la centralidad que tiene la clase trabajadora en la construcción del sujeto revolucionario, también asume la tarea y la necesidad de establecer alianzas políticos sociales de carácter interclasista. ­­No obstante, los ejes programáticos que orientan y dan sentido a esta política de alianzas se sustentan en la centralidad que tiene la construcción de poder popular en el proceso de reivindicación y ejercicio pleno de los derechos sociales. En este sentido, Urrutia y Ferreira señalan que  “La invocación a derechos sociales puede torcer la lógica política del estado capitalista moderno, al exigir que los frutos de la cooperación social sean gozados por la sociedad, sin mediaciones.” (Ferreira Y Urrutia 2012).
Si bien la retórica de los derechos sociales se encuentra presente en gran parte del espectro político, su ejercicio pleno requiere de la lógica con la que se construyen las políticas sociales. El enfoque de derechos, en un sentido estricto, implica la implementación políticas sociales de carácter universal (superando la focalización), la adopción del principio de no-discriminación (superando la segregación socioeconómica que impone la mercantilización de derechos), la adopción del principio de participación sustantiva (los derechos se ejercen no se otorgan), el reconocimiento de su carácter integral e inajenable y la superación de los modelos subvenciones en su implementación. En este sentido, el derecho social implica la erradicación del mercado en la relación entre sujetos y derechos y tensiona la capacidad del modelo económico de dar respuesta a los compromisos y demandas que se desprenden de su ejercicio.
El ejercicio de derechos siempre determina y expresa relaciones de poder entre distintos actores sociales. En este sentido, el contenido sustantivo de una ruptura democrática lo constituye la reivindicación de derechos sociales y colectivos; entendiéndolos como un piso mínimo desde el cual proyectar la construcción al socialismo.

REFERENCIAS

Partido Comunista de Chile, Comisión de Programa XXI Congreso Nacional del Partido Comunista de. 2001. El programa del Partido Comunista. http://americo.usal.es/oir/opal/Documentos/Chile/Partido%20Comunista%20de%20Chile/Programa(2001).pdf.
Espinoza, Daniel. 2015a. “La Revolución Y La Ruptura.” Disponible en http://www.perspectivadiagonal.org/la-revolucion-y-la-ruptura/
Espinoza, Daniel. 2015b. “Nuevo Mapa En La Izquierda.” Disponible en http://www.perspectivadiagonal.org/nuevo-mapa-en-la-izquierda/
Ferreira, Esteban, y Miguel Urrutia. 2012. “Poder Popular Y Derechos Sociales.” Disponible en http://www.perspectivadiagonal.org/poder-popular-y-derechos-sociales/
Ffrench-Davis, Ricardo. 2002. “Chile, entre el neoliberalismo y el crecimiento con equidad.”  Revista de Economía Política 22 (4):88.
Larrañaga, Osvaldo. 2010. “El Estado de Bienestar en Chile: 1910-2010.”  Documento de Trabajo 2.
Ramirez, Felipe. 2014. “Sobre El Anticomunismo, El Sectarismo Y La Crítica En La Izquierda.” Disponible en http://www.perspectivadiagonal.org/sobre-el-anticomunismo-el-sectarismo-y-la-critica-en-la-izquierda/
Salazar, Gabriel. 2015. El Tranco del Pueblo Santiago. : Proyección Editores.
Salin, Alexander y Natalia Mazú. 2012. “Movimiento Estudiantil: Desde La Crítica Al Sistema Educativo Hacia Una Crítica Del Modelo Neoliberal.” Disponible en  http://www.perspectivadiagonal.org/movimiento-estudiantil-desde-la-critica-al-sistema-educativo-hacia-una-critica-del-modelo-neoliberal-2/
Sarmiento, Julio. 2012. “Los comunistas y otras izquierdas.” Disponible en http://juliosarmiento.blogspot.cl/2012/01/los-comunistas-y-otras-izquierdas.html

FUENTE : http://www.perspectivadiagonal.org/neoliberalismo-nueva-mayoria-e-izquierda-apuntes-para-una-estrategia-de-ruptura-democratica/

viernes, 30 de octubre de 2015

PAVEL GUÍÑEZ NAHUELÑIR: CHILE, La lógica comunitaria y la destrucción de los pueblos indígenas como la antesala a un nuevo ciclo expansivo del capitalismo; el mundo mapuche con el estado colonial



«Gracias a esta injusticia (la destrucción de los indios), América, en lugar de permanecer abandonada a los salvajes, incapaces de progreso, está ocupada hoy por la raza caucásica, la más perfecta. La más inteligente, la más bella y la más progresiva de las que pueblan la tierra»
(Sarmiento, 1962:218)
Uno de los grandes desafíos de los movimientos emancipadores, radica en la capacidad que estos generen de ir dejando atrás las estructuras y lógicas de vida que nos ha legado el capitalismo, es un desafio radical pues implica introducirse en terrenos desconocidos, inseguros, riesgosos, que exigen ir dejando de lado aquellas islas de seguridad en nos enseñan a ir construyendo las relaciones sociales. La cita precedente en ese sentido, resulta bastante útil para reflejar el colonialismo (que implica dominación, verdad absoluta, subordinación, mesianismo) como actitud ante la vida, ante el otro o la otra y que circunda las ideas occidentales para con las sociedades creadas fuera del occidentalismo, pueblos originarios nuestroamericanos en particular, islas de seguridad que son útiles para negar responsabilidades históricas o criminalizar conflictos existentes en el cono sur latinoamericano, tanto entre estados y pueblos originarios, como también útil para alimentar las desconfianzas en los procesos de liberación en que comulgan(mos) necesariamente juntos, izquierdas anticapitalistas y pueblos indígenas/originarios.
Partimos así, porque es menester sentar las bases para descolonizar el pensamiento y eso requiere de una poderosa voluntad autocritica que inicia identificando al peor enemigo: el colonialismo interno. Resulta entonces necesario poner a debatir la identidades y pueblos latinoamericanos fuera de los iluminismos y verdades reveladas propias de quienes comprenden la lucha de clases como un saber petrificado, asumiendo los aportes y roles de los diferentes sujetos de acuerdo a la realidad histórica que convoca a subalternos todos, en la confrontación contra el capital y por la construcción del buen vivir, ideas que emergerán siempre y cuando vayamos ampliando la mirada a un conflicto de carácter histórico que ha trascendido gobiernos, dictaduras, democracias y estados modernos, y que permanece porfiadamente cual primavera, irreductible. Los invasores pensaron que el tiempo y el hambre nos haría sumirnos en el mestizaje y abrazar el desarrollo, como idea y como vida, única puerta al bienestar ofrecido a ambos lados de la cordillera para que los salvajes nos salvásemos de la masacre, pero aquí estamos, continuamos intentando superar al capitalismo y su modelo depredador, individualista, irresponsable y segregador que trajeron los abuelos de los actuales gobernantes a las fértiles tierras del abya yala.
A modo de una rápida síntesis que permita un primer acercamiento a identificar puntos comunes con otras realidades latinoamericanas, a partir del conflicto de los estados chileno-argentino con el pueblo mapuche, podríamos identificar 3 grandes raíces, todas derivadas del modelo político-economico y social impuesto por los colonizadores;
1- Una razon Geografico-Militar: que se remonta aproximadamente al año 1878 por el lado argentino y 1861 por el lado chileno, Estados quienes, desconociendo todo tratado con el pueblo mapuche, realizaron un movimiento militar que consistió básicamente en mover sus líneas de fuego para así conquistar el territorio ocupado hasta entonces, por poblaciones mapuche asentadas y con movimientos estables en un territorio que abarcaba desde el pacifico al atlántico y desde el rio Biobío y rio Negro hasta el estrecho de Magallanes. Dicho territorio fue conquistado a sangre y fuego en una confrontación desigual  impulsada por los actuales Estados Nacionales allende los andes, sus poblaciones masacradas, saqueadas, los niños y niñas robados y esclavizados en las casas de los latifundistas, se multiplicaron las quemas de siembras, sementeras y casas, los robos de joyas de plata, animales y niños fueron pan de cada día, los hombres asesinados o puestos a trabajar en los campos y las mujeres violadas y puestas al servicio de las casas patronales que impulsaron esta ofensiva con un solo objetivo: apropiarse del territorio y sus riquezas.
El movimiento militar consistió en avanzar de mar a cordillera bajo la lógica de “tierra arrasada”,  no dejando nada a su paso de forma tal que los fuertes militares fueron construyendo alrededor de si, campos de refugiados plagados de familias pidiendo algo que comer, algo así como las cruentas imágenes de las crisis migratorias europeas y los bombardeos sionistas en gaza, pero en territorio latinoamericano donde el pueblo mapuche paso de controlar 10 millones de hectáreas antes de la invasión, a tan solo 500 mil hectáreas con posterioridad a ella.
En esa perspectiva no es casual que hoy en un Chile donde el 70% de la población gana menos de $300.000 (algo asi como 4000 pesos argentinos) la proporción en el pueblo mapuche sea de un 90% que ganan menos de $500.000, la política del despojo para someter, el hambre para asimilar estira sus brazos hasta hoy trayendo como consecuencia un historial de despojo que aun habita en la memoria de generaciones vivas que crean y recrean el traumático proceso durante las reuniones familiares:
«Les quemamos a los indios todas las rucas y el trigo que encontramos, lo cual no fue poco. La única guerra posible con estos barbaros, y que da resultados seguros, es la destrucción de sus recursos. Las cosechas perdidas nos prometen paz durable dentro de poco, y quizás los indios pidan la paz antes de invierno».
(El mercurio, Valparaíso, Chile, 11 de febrero de 1861)”
2- Una razón político-económica: que dice relación con la expansión de los límites territoriales para la acumulación de los latifundistas nacionales, únicos favorecidos con la independencia de España. Nacía en Chile (y Argentina) el granero de América a costa de la sangre indígena, orientando su uso una vez anexados, a la producción masiva de granos y bienes provistos por la industrialización y colonización encargada a migrantes extranjeros. El estado se hizo de 9.5 millones de hectáreas que distribuyo a alemanes, italianos, suizos y otros en menor medida que se hicieron del territorio. Quedaron aproximadamente 500 mil hectáreas en manos mapuche, las que concebidas bajo el régimen de propiedad individual y el ánimo siempre expansionista de los colonos, significaron una nueva ola de pérdida de territorio y desposesión a medida que avanzaron los años, esto amparado por la justicia de las armas, su impacto: unos 150 mil há menos hacia 1960.
El territorio, usurpado y apropiado por unas pocas familias, se mantuvo en manos de colonos hasta 1960 aproximadamente, década en que las ideas de reforma agraria y los movimientos revolucionarios se encontraban lo suficientemente avanzados para empezar a consolidar avances en dirección emancipatoria. Sin embargo la contrarrevolución fascista instalada en chile desde 1973 significo un nuevo retroceso a las aspiraciones mapuche. Hacia 1990 solo se contaban en manos mapuche cerca de 360 mil há, las que divididas y parceladas arbitrariamente por la dictadura corrían el serio peligro de desaparecer a manos de los proyectos capitalista en áreas forestales, mineras o energéticas.
Ya hacia el año 2000 y en una supuesta democracia dirigida por el duopolio politico adscrito al bloque en el poder, habían 3 millones de hectáreas en manos de empresas forestales, propiedad de las familias más ricas del país y vinculadas a los actuales escándalos de corrupción y que son dueñas al mismo tiempo de los puertos, carreteras, mineras, y empresas salmoneras y de la pesca industrial, las tierras mapuche ahora apestadas de monocultivos forestales subsidiados por el estado neoliberal a través del decreto 701 (donde el estado les regala 3 de cada 4 árboles plantados a las familias enriquecidas al alero de la dictadura), conflictúan hoy con proyectos mineros, energéticos y salmonicultores que amenazan constantemente el escaso control territorial de las comunidades que aun habitan sus territorios volviendo extremadamente compleja la posibilidad de mantener su modo de vida debido al arreduccionamiento forzado por el modelo, donde además son los pueblos originarios los que representan la mayor proporción respecto a la poblacion chilena en los indicadores de indigencia, desempleo y trabajos precarios, claramente consecuencia del modelo de depredación y saqueo sostenido y auspiciado por el Estado y frente al cual la rebelión del mundo mapuche no solo es comprensible sino que fundamentalmente necesaria.
Tras 20 años de aplicación sistemática de la Ley antiterrorista y la ley de seguridad Interior del Estado (que implica la utilización de testigos sin rostro, testigos de oídas, impedimento de expresarse en el lengua materna, detenciones preventivas que duran años, presiones de las mafias empresariales y políticas, entre otras) y cuya máxima expresión la alcanzo el gobierno anterior de la actual mandataria Michelle Bachelet, asesinando a 5 mapuche, Hoy la estrategia del gobierno ha girado, y la apuesta transita por desarrollar juicios bajo la justicia ordinaria, acusando a las comunidades y sus dirigentes de delitos comunes que buscan sancionar de manera rápida a quienes sean detenidos por usar las materias primas que crecen en el territorio mapuche usurpado y que le interesan a la mediocre industria forestali.
«la política, la industria, la colonización, todos los grandes intereses demandan la anexión de Arauco. La dignidad del país ofendida por los salvajes, la necesidad de ensanchar el territorio, la inmigración, las industrias que deben exportarse allí, todo eso pide la reducción de Arauco. La prensa, las cámaras, el comercio y la opinión de toda la nación entera están conformes con el proyecto de anexión de Arauco»
(el correo del sur 1854; en Herrera, Grez y Loyola, 2002; 84)
3- Una razón filosófico-espiritual: ¿Qué es lo que motiva tanta resistencia de parte de las comunidades? Muchos han sido los intentos por controlar y someter al pueblo mapuche intentando vincularlos al desarrollo económico, fomentando la educación, el emprendimiento y diversas expresiones económicas donde el eje central del problema se ha ubicado en torno a la superacion de la pobreza y en la criminalizacion de la expresiones de protesta, juzgando e inculpando en juicios de dudosa imparcialidad a decenas de comuneros mapucheii, sin embargo el conflicto no radica en las posibilidades de participación en las correas productivas ni en la integración a los mercados para amasar cantidades importantes de dinero y por otro lado, la apuesta represiva ha dado sobradas muestras de ser insuficiente para contener las aspiraciones mapuche. La soberanía negada y usurpada hace menos de 120 años a manos de intereses particulares no ha podido ser borrada de la memoria y por el contrario, emerge como la unica respuesta plausible ante la situación de pobreza y miseria obligada a la que hemos sido arrastrados y de la que nos hemos batido con las herramientas que hemos tenido a mano pues como decían antiguos dirigentes mapuche: “para pensar hay que comer”.
La vida tiene como antesala, la lucha necesaria para hacerla digna, no merece vivirla quien no lucha por hacer de su vida y por la de los demás, un lugar mejor y más digno donde vivir y morir. El choque entre concepciones de vida, tiene la magnitud del horizonte que llevamos grabado en la retina donde el YO colonial confronta abiertamente con el NOSOTROS comunitario, donde la centralidad del ser humano como brújula colonial confronta abiertamente con la centralidad del TODO, donde la parte es eso, una parte que tiene su rol en tanto pertenece a un todo mayor y colabora, como cada parte, en la multitud de equilibrios que compone la vida como complejo orgánico, vivo, solidario y multiforme. La fragilidad de ese equilibrio impele a los pueblos guardianes de la historia a organizarse para restaurarlos todavía hoy, aun cuando aquello signifique sangre, sudor y lágrimas, no necesitamos de estudios que nos digan que los hielos eternos se derriten a una velocidad espantosa, que la sobreexplotación del petróleo tiene graves consecuencias atmosféricas, que la capa de ozono está cada vez más herida, ni que el sol, nacido para abrigarnos, ahora nos daña gracias al acelerado ritmo de vida engendrado por el capitalismo que nos hace basar nuestra vida en un solo verbo: “comprar”, menos aún necesitamos que nos digan que las abejas son vitales para la cadena que sostiene la vida y que su desaparición ligaría inevitablemente nuestra desaparición, ni que los monocultivos resecan la tierra asesinandola, no lo necesitamos porque lo vivimos y sufrimos a diario, porque la tierra nos lo reclama en los días y las noches, porque no podemos dejar a manos de los invasores que actúan como aves carroñeras, el futuro de nuestros hijos e hijas, el espíritu nos obliga a movilizarnos para defender lo que nos queda y sobre ello, proyectar nuestro futuro que no es más que la vida en equilibrioiii, ya sabemos que si no lo hacemos, morimos y solo los cobardes se resignan a su suerte.
«los hombres no nacieron para vivir inútilmente y como los animales selváticos, sin provecho del genero; y una asociación de bárbaros, tan bárbaros como los pampas o los araucanos, no es mas que una horda de fieras que es urgente encadenar o destruir en el interés de la humanidad y en bien de la civilización»
(El mercurio, 1859)
Para ir concluyendo, el territorio mapuche argentino y chileno, altamente productivo y rico en recursos naturales contiene las mayores tasas de pobreza y miseria como resultado de los intereses capitalista enclavados en la exportación de materias primas, la actual cara del saqueo imperialista. Junto a la negación forzada a las prácticas culturales propias como una forma de reducir al enemigo, proceso resguardado, alentado y defendido por las cartas magnas de ambos países y las fuerzas policiales que se anotan decenas de detenidos en juicios parciales y defendidos sin vergüenza alguna por las coaliciones políticas ya vendidas al poder económico transnacionalizado.
El dique de contención de las apuestas transformadoras y anticapitalistas en nuestro continente, no ha sido solo la poca capacidad de incorporar identidades subalternas distintas y con sus lógicas particulares a la del “trabajador” o el “proletario”, sino que también permanentemente ha sido la incapacidad de irnos poniendo de acuerdo con honestidad y franqueza entre nosotros y nosotras mismas, la izquierda por un lado con su pretensión mesiánica y capitalizadora que intenta cooptar antes de comprender y clavar sus banderas antes de entenderse con el otro actuando tal como Colon en 1492, y por otro lado las desconfianzas naturales de los pueblos originarios ante todo lo que se presente desde el mundo occidental pues su sello ha sido imponerse sin dialogar, es deber mancomunado demostrar lo contrario.
A la dominación territorial para explotar las riquezas naturales, le siguió el control de los cuerpos previamente disciplinados por el castigo de la guerra y el hambre para despojarlos ahora de su fuerza de trabajo, ambos componentes esenciales de la dominación neoliberal, hoy ese despojo se complementa con el desarraigo, con el olvido forzado, con el silencio, con las verdades incuestionables del dogmatismo colonialista que lo que no sabe lo inventa, sordo, ciego y cojo, no escucha pero habla, grita y golpea, sin embargo ya olemos su fracaso, se siente su derrota, y el síntoma indesmentible somos nosotros y nosotras, despiertos, seguros y seguras, ya es tiempo que vayamos perdiendo el miedo a juntarnos y a pelear por un mañana decente que legar a los nuestros y enseñarles a los de arriba que nuestra paciencia ya tocó techo, que ya volvimos, que ya somos millones y que solo luchando venceremos.
Pavel Guiñez Nahuelñir.
Mapuche Lafkenche.
Militante Izquierda Libertaria- Chile.
Ngulumapu – Wallmapu.

jueves, 29 de octubre de 2015

Atilio Borón y la segunda vuelta en Argentina.

Argentina: un balotaje crucial para América Latina (Por Atilio A. Boron)


El resultado de las elecciones del pasado domingo no fue un rayo en un día sereno. Un difuso pero penetrante malestar social se había ido instalando en la sociedad al compás de la crisis general del capitalismo, las restricciones económicas que impone a la Argentina el agotamiento del boom de las commodities y la tenaz ofensiva mediática encaminada a desestabilizar al gobierno. Era, por lo tanto, apenas cuestión de tiempo que esta situación se expresara en el terreno electoral. Ya las PASO (elecciones Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias) celebradas el 9 de Agosto habían sido una voz de alarma, pero no fue escuchada y analizada por el oficialismo con la rigurosidad requerida por las circunstancias. Prevaleció una actitud que para utilizar un término benévolo podríamos calificar como “negacionista”, gracias a la cual la autocrítica y la posibilidad de introducir correctivos estuvieron ausentes, con las consecuencias que hoy estamos lamentando.
Me ceñiré, en este breve análisis, a algunos aspectos más relacionados con la estrategia y la táctica de la lucha política adoptadas por el Frente para la Victoria en los últimos meses. Dejo para otro momento la realización de un balance de la experiencia kirchnerista en su integralidad y con sus múltiples contradicciones: asignación universal por hijo y concentración empresarial; extensión del régimen jubilatorio y regresividad tributaria; desarrollo científico y tecnológico (ARSAT I y II, etcétera) y sojización de la agricultura; orientación latinoamericanista de la política exterior y extranjerización de la economía. Algo he dicho al respecto en el pasado y no viene al caso reiterarlo en esta ocasión. Volveré sobre este tema en un escrito futuro, sin el apremio del momento actual. Tampoco me referiré, por ejemplo, a cuestiones que remiten a un arco temporal que trasciende la actual coyuntura electoral, como por ejemplo la llamativa ineptitud para construir un sujeto político y hacer de “Unidos y Organizados” una verdadera fuerza plural y frentista y no un cascarón vacío cuya única misión fue apoyar, sin ninguna eficacia práctica, las medidas del gobierno. O a la asombrosa incapacidad para preparar, al cabo de doce años de gobierno, un liderazgo de recambio que no fuera Daniel Scioli, un político nacido del riñón del menemismo. O a la suicida actitud, seguida hasta hace unos pocos meses, de descalificar y hasta ridiculizar a quien, al final del camino, era el único candidato con el que contaba el kirchnerismo a la hora de enfrentar la riesgosa sucesión presidencial. Es decir, se vapuleó a una figura, contra la cual no se ahorraron ninguna clase de ofensas y humillaciones, sin percibir, en la alegre ofuscación de los cortesanos del poder, que era la única carta con la que contaban y que poco después deberían vergonzosamente aferrarse a ella, cual clavo ardiente, en una desesperada tentativa por salvar “el proyecto”. Dejo a la imaginación de los lectores la calificación de esta actitud.
Más cercano en el tiempo se cometieron varios errores de estrategia política de incalculables proyecciones: para comenzar, la decisión de no apoyar a Martín Lousteau en el balotaje por la jefatura de gobierno de la ciudad de Buenos Aires en contra de Horacio Rodríguez Larreta, el delfín de quien hoy aparece como el probable verdugo del kirchnerismo. De haberse actuado de esa manera, dejando de lado un absurdo fundamentalismo, el macrismo habría perdido la ciudad de Buenos Aires y se le habría propinado un golpe -si no mortal, al menos demoledor- a la candidatura presidencial de Mauricio Macri. Esta ofuscación del FPV, de la cual participaron desde la Casa Rosada hasta el último militante, fue una bendición para la derecha ya que le permitió nada menos que conservar en su poder a la ciudad de Buenos Aires y salvar el futuro de su principal espada política. Pocos casos de miopía política pueden igualarse a este.
Pero la carrera de errores no se detuvo allí. Con la intención de salvaguardar la pureza ideológica de la fórmula kirchnerista, y ante la desconfianza suscitada por Daniel Scioli y su sinuosa trayectoria política no se tuvo mejor idea que proponer como candidato a vicepresidente a Carlos Zannini. Al optar por el Secretario Legal y Técnico de la Presidencia se configuró una fórmula “kirchnerista pura”, buena para aplacar la ansiedad de los propios pero absolutamente incapaz de captar un solo voto por fuera del universo político del kirchnerismo. Esta decisión pasó olímpicamente por alto todo lo que enseñan los manuales de la sociología electoral, que dicen que para obtener una mayoría hay que presentar una oferta política capaz de atraer la voluntad no sólo de los ya convencidos -el núcleo duro de una fuerza partidaria- sino también de quienes podrían ser atraídos por otras razones: rechazo a las fuerzas anti-kirchneristas, cálculo oportunista o tendencia a “votar a ganador”, entre muchas otras. Pero la fórmula Scioli-Zannini cerraba todas estas puertas, como se comprobó el pasado domingo y se quedaba enclaustrada en el voto kirchnerista, importante para insuficiente para obtener la diferencia que hubiera evitado el temido balotaje.
A lo anterior se agregó otro yerro inexplicable: el empecinamiento en proponer como candidato a la gobernación de la crucial provincia de Buenos Aires, que con casi el 38 % del padrón nacional es la madre de todas las batallas políticas en la Argentina, al Jefe de Gabinete de Ministros de la Presidenta Cristina Fernández, Aníbal Fernández. Este fue víctima de una tenaz e inmoral campaña de desprestigio que lo convirtió en el personaje con mayor imagen negativa de la provincia. Pese a ello se insistió tercamente en una candidatura que solo representaba a los propios y que perdía por completo de vista el complejo panorama electoral de la provincia. El resultado fue una derrota inapelable a manos de una candidata opositora, María Eugenia Vidal, que carecía por completo de experiencia en ese distrito ya que se había desempeñado en los últimos ocho años como Vice Jefa de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires, acompañando a Mauricio Macri. Justo es reconocer que en esta derrota existen responsabilidades concurrentes: la mala imagen de Fernández se articuló con la pobre gestión de Scioli en la provincia. Si esta hubiera sido algo mejor Vidal no podría haberse alzado con la gobernación. Por ejemplo, si en lugar de dotar a la provincia con los tan publicitados 85.000 nuevos policías el gobernador saliente hubiera designado una cifra igual de nuevos maestros seguramente otro habría sido el resultado. En todo caso, cuesta entender las razones del tan pernicioso como costoso empecinamiento en sostener una candidatura como la de Fernández en esas circunstancias.
Por último, en este breve racconto, otro error fue la decisión de hacer que Scioli desplegase una campaña en la cual fuera lo más parecido posible a Cristina y cuyo eje central fuese la cerrada defensa de la gestión presidencial, sin ninguna proyección a futuro. Contra quienes proponían como slogan el cambio -de ahí el nombre de la alianza derechista: “Cambiemos”- o quien como Macri demagógicamente exaltaba la “revolución de la alegría”, Scioli aparecía como un político triste y titubeante, a la defensiva, e históricamente maltratado por la presidenta y su entorno, debilitado por las críticas recibidas desde la Casa Rosada, la Cámpora, Carta Abierta y con un libreto que lo condenaba a posicionarse como un acérrimo defensor del “proyecto”, sin la menor posibilidad de aludir a todo lo que faltaba hacer en el mismo, como una reforma tributaria integral, la estatización del comercio exterior y la implementación de una heterodoxa política antiinflacionaria que evitase la licuación de una parte nada desdeñable de la cuantiosa inversión social del gobierno de Cristina Fernández. Los resultados están a la vista.
Habría otras cuestiones por señalar, como el faltazo ante el debate con los otros candidatos presidenciales, que lo disminuyó aún más antes los ojos de la opinión pública y el oportunista anuncio, hecho sobre la hora, de duplicar el piso salarial para el impuesto a las ganancias, algo que el gobierno nacional tendría que haber hecho hace mucho. En todo caso, parecería que ciertos cambios habidos en la estructura social argentina y en el clima cultural imperante en el país, fuertemente semantizados por el terrorismo mediático lanzado por la derecha; cambios producidos precisamente por las políticas de inclusión social del gobierno de CF, no operaron en la dirección de otorgarle mayor sustentabilidad al proyecto sino todo lo contrario, en línea con tendencias ya observadas en países como Brasil, Bolivia, Ecuador y Venezuela y que es incomprensible que hubieran sido pasadas por alto en la Argentina. No necesariamente los sectores populares que mejoran su situación socioeconómica y cultural gracias a la acción de los gobiernos progresistas y de izquierda luego lo recompensan con su voto, y en la Argentina del pasado domingo esto fue muy elocuente. Hace tiempo que hemos venido advirtiendo que, ante la ausencia de una sistemática labor concientizadora y de formación ideológica –la célebre “batalla de ideas” de Fidel- el boom de consumo no crea hegemonía política sino que termina engrosando las filas de los partidos de la derecha.
Dado lo anterior, revertir lo ocurrido en la primera vuelta electoral aparece como una empresa muy difícil aunque no imposible. Habrá que intentarlo, para evitar que la Argentina sea la punta de lanza de un proceso que, ahora sí, podría ser el inicio del “fin de ciclo” progresista en la región, algo que hasta hace unos pocos días parecía poco probable. De hecho, si el candidato del kirchnerismo es derrotado en el balotaje sería la primera vez que un gobierno progresista o de izquierda es vencido en las urnas desde el triunfo inaugural de Hugo Chávez en diciembre de 1998. Hasta ahora, todos esos gobiernos fueron ratificados en las urnas y sería lamentable que la Argentina rompiera con esa positiva tendencia. Tenemos una responsabilidad regional de la cual no podemos sustraernos: una victoria de Macri sería un golpe mortal para la UNASUR, la CELAC y el mismo Mercosur. Además, la Argentina se realinearía incondicionalmente con el imperio y este redoblaría su ofensiva en contra de los gobiernos bolivarianos, cada vez más privados de apoyos externos. Como latinoamericano y marxista no puedo ser indiferente ante la amenaza que representa un eventual gobierno de Macri que se uniría de inmediato a Álvaro Uribe, José M. Aznar y sus mentores norteamericanos en su pertinaz cruzada para erradicar de la faz de la tierra al chavismo, a los gobiernos de Evo y Correa y para propiciar el “cambio de régimen” en Cuba. Es decir, para liquidar definitivamente todo rastro de antiimperialismo en América Latina. Nadie situado genuinamente en la izquierda política podría contemplar distraídamente esta posibilidad ni dejar de hacerse cargo de enfrentarla con todas sus fuerzas. Desgraciadamente, llegados a este punto, no tenemos mejores opciones que la de apoyar al FPV para aventar el riesgo de un mal mayor, sabiendo empero que si lográsemos triunfar en este empeño tendríamos que darnos de inmediato a la tarea de construir una verdadera alternativa política de izquierda porque el kirchnerismo, con sus aciertos, sus errores y sus limitaciones ideológicas, no lo es y no puede serlo.
¿Podrá Scioli doblegar a su contrincante en el balotaje? Dependerá de cómo diseñe su estrategia de campaña para estas semanas. Los dos debates con Macri pueden ser la llave del triunfo, si es capaz de pasar a la ofensiva y demostrar que tras la vaguedad discursiva de su oponente se esconde un brutal programa de ajuste. Pero no le bastará con eso. Tendrá también que dejar de circunscribir su discurso a la defensa de la obra del kirchnerismo (algo para lo cual la presidenta Cristina Fernández no necesita ayuda porque lo hace infinitamente mejor que él), definir nuevas prioridades y salir con propuestas concretas en materia económica, social, cultural e internacional que le permitan persuadir a la opinión pública que podrá ser el presidente que comience a hacer todo aquello que el kirchnerismo, en otros momentos, reconocía que aún restaba por hacer y no hizo. Y que lo diga con convicción, sin pedirle permiso a nadie ni esperar la palmadita afectuosa de la Casa Rosada. Es una tarea difícil pero no imposible. Enfrente suyo no tiene a un De Gaulle o un Churchill sino a un insulso producto de un astuto marketing político, apoyado por el aparato publicitario de la derecha imperial. Difícil, repito, pero lejos de ser imposible. Ojalá que le vaya bien porque, aunque algunos se empeñen en negarlo, en este balotaje también se juega el futuro de los procesos emancipatorios y de las luchas antiimperialistas en América Latina.


miércoles, 28 de octubre de 2015

VALPARAÍSO: El Paro de la ANEF en imágenes

VALPARAÍSO: El Paro de la ANEF en imágenes