“A quoi sert une
chanson Si elle est désarmée ?”, Me disaient des chiliens, Bras ouverts, poings
serrés. Julian Clerc Bachelet visita un asilo psiquiátrico…”Dígame, le pregunta
al director del asilo, ¿Cómo sabe cuando un paciente ha sanado?” Muy simple, responde
el director, hacemos el test de la tina del baño. La llenamos de
agua […]
“A quoi sert une chanson
Si elle est désarmée ?”,
Me disaient des chiliens,
Bras ouverts, poings serrés.
Si elle est désarmée ?”,
Me disaient des chiliens,
Bras ouverts, poings serrés.
Julian Clerc
Bachelet
visita un asilo psiquiátrico…”Dígame, le pregunta al director del asilo, ¿Cómo
sabe cuando un paciente ha sanado?” Muy simple, responde el director, hacemos
el test de la tina del baño. La llenamos de agua y ponemos al lado una cuchara
y una taza. Luego vemos cómo hace el paciente para vaciar la tina. “Ah ya veo
–dice Bachelet– si está sano usa la taza.” ¡No!, replica el director, saca el
tapón del fondo de la tina…”
Si
hay algo que, junto con el hilo negro y sentarse en las nalgas, es tan viejo
como la vida en sociedad, es el humor que ayuda a sobrellevar los períodos
negros, el sufrimiento, la insoportable ausencia de la libertad.
A
lo largo de la Historia los tiranos y los malos gobiernos siempre fueron objeto
de los sarcasmos de las víctimas de su arbitrariedad. El humor, muchas veces
subterráneo y siempre perseguido, ha sido frecuentemente el arma de los
desarmados. Impregnada de ironía y de sarcasmo, la sátira es una forma
literaria utilizada desde la Antigüedad para ejercer una crítica, muchas veces
demoledora.
La
sátira es un ataque en regla a una realidad que el autor desaprueba, usando el
arma de la inteligencia.
En
POLITIKA, El Rincón del Afilador se pretende heredero de esa sana práctica.
Aprovechando, entre otros, las declaraciones de la cleptocracia que nos
gobierna. Hay que confesar que nos facilitan el trabajo. No hace falta mucha
chispa para cachondearse de declaraciones como la de Jorge Pizarro: “La nueva
constitución no tiene por qué ser de Golpe.”
En
la línea de los tiranos que no soportan el sarcasmo, Ricardo Lagos y El
Mercurio han manifestado su delicada intolerancia al humor que hace las
delicias del público de la Quinta Vergara.
En
“el evento cultural más importante de América Latina” (otro chiste) los
humoristas, tal vez inquietos ante la reacción no siempre afectuosa del
“monstruo”, se la auto pusieron fácil: subieron al columpio a los políticos
corruptos. Corriendo el riesgo, como dijo uno de ellos, de terminar cada rutina
por la madrugada, a la hora en que canta el gallo. Hasta donde uno sabe tenemos
120 diputados, 38 senadores y 23 ministros, para no hablar de la “presidenta” y
su familión, amén de no pocos alcaldes. Les quedaría tema para Viña 2020.
El
Mercurio la juega en plan Sabio del Consejo de Ancianos: el humor sin
control, sostiene, puede desatar el nihilismo que le abre campo a
algún demagogo prometedor de utopías.
Como
suele ocurrir con El Mercurio, para analizar la frase hace falta un libro. De
entrada, al Mercurio le gusta el “control”, ese control cuya máxima expresión
es la “democracia protegida” impuesta en dictadura y remozada por… Ricardo
Lagos.
El
nihilismo, corriente filosófica que niega toda creencia y todo principio moral,
religioso, político o social, es asimilado por El Mercurio al anarquismo, al
desorden, al cuestionamiento de la cuestión que subyace en toda visión crítica
que se aleja de la palabra revelada. La ciencia, por ejemplo, fue rechazada
durante siglos por la Iglesia, precisamente porque negando el dogma cristiano
generaba “desorden”.
A
Ricardo Lagos no le puede gustar el nihilismo, a él que es “suizo” (el término
es de Lagos) y se declara agnóstico para no enfrentar las consecuencias de su
ateísmo.
Lagos,
que posa de socialdemócrata, hubiese sido una vergüenza para Karl Kautsky,
Eduard Bernstein y Jean Jaurès, e incluso para el gran Enrique Tierno Galván
que nos legó una frase para el bronce: “Bendito sea el caos, porque es síntoma
de libertad.”
Ricardo
Lagos es la exacta antinomia del “demagogo prometedor de utopías” que denuncia
El Mercurio. Lagos es serio. Él jamás prometería lo que no puede cumplir: que
la alegría va a volver, que terminará con la evasión fiscal, o que acabará con
la corrupción, él, que fue presidente del gobierno más corrupto de la Historia
de Chile (hasta ese momento).
Entre
los numerosos casos de corrupción que desestabilizaron su gobierno al punto que
Longueira tuvo que venir a afirmarle, está el de su compañero de partido Víctor
Manuel Rebolledo, que fue ministro de Frei y diputado de su mayoría. Más
conocido como el “manco” Rebolledo, fue condenado por cohecho y corrupción. Un
chusco bien inspirado dijo: “Es el único manco que roba a dos manos…”
Todo
lo que precede explica que al “suizo” no le guste el humor que ataca sus
propias debilidades, ni la probabilidad de transformarse, muy a su pesar, en
material de Festival.
No
es que Lagos no cuente chistes. No. Cuando su carnal Álvaro García, que había
sido su ministro, estaba procesado en el marco del escándalo Inverlink, Lagos
le nombró embajador en Suecia. Buen chiste. Luego, cuando el mismo Lagos visitó
Estocolmo y tuvo que dirigirse a los empresarios suecos, les dijo algo así
como: “Lo que más aprecian de Chile los empresarios es la transparencia”. El
rufián Álvaro García, su embajador, estaba sentado a su lado. Coco Legrand no
le llega a los talones…
Porque
el caballero se estima muy por encima del lote. Cree de verdad que él es un
hombre de Estado. A eso contribuyó la cálida despedida que le dio Hernán
Somerville al fin de su mandato presidencial, diciendo que se iba “con el amor
de los empresarios”.
Lo
que hace pensar en la sátira de Séneca, La Apocoloquintosis del divino Claudio.
En ella Séneca se cachondea del tirano que se creía un dios. Nada más, nada
menos.
El
tema va de la muerte y ascenso de Claudio al Olimpo, en donde convence a
Heracles de que su causa de deificación sea examinada por los dioses en el
Senado divino. Todo iba bien, hasta que el divino Augusto toma la palabra y en
un discurso de dios padre y señor mío (si oso escribir), enumera ante los demás
dioses los crímenes, defectos, fallos y errores del emperador.
Resultado,
el tal Claudio ve su petición rechazada y termina en el Hades (infierno) como
esclavo de un… ¡abogado!
Como
hubiese podido anotar Josefo Leónidas, inolvidable autor de “Los escandalosos
amores de los filósofos”, ni siquiera esclavo de una persona honesta…
Como
quiera que sea, más de un comentarista ha señalado que el título de la sátira
de Séneca (que quiere decir algo así como “La transformación en calabaza del
divino Claudio”) podría interpretarse como “la deificación de la estupidez”.
Y
como queda dicho, ni a Ricardo Lagos, ni al Mercurio, les gusta quedar en
evidencia…
Fuente: http://kaosenlared.net/chile-la-fragil-epidermis-de-la-cleptocracia/
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