El Premio Nacional de Historia se refirió a los alegatos que sostienen Chile y Bolivia en La Haya por el diferendo marítimo. En este sentido, plantea la necesidad de que los tratados sean susceptibles de ser revisados y actualizados.
A partir de las 5 de la mañana, hora chilena, el equipo jurídico
de Bolivia en La Haya comenzará con sus alegatos en los que presentará sus
argumentos para sostener la competencia de la Corte Internacional de Justicia
para conocer del diferendo marítimo con Chile.
Mientras se discuten los alcances y elementos jurídicos que
rodean dicho proceso, en Santiago el historiador y profesor de la Universidad
de Chile, Gabriel Salazar sostiene que es necesario que así como las leyes y
Constituciones, los tratados entre distintos Estados sean materia de
actualización y revisión para adaptarlos a las distintas circunstancias
históricas que se van presentando conforme pasa el tiempo, y no deben ser
considerados de manera rígida.
Además, el Premio Nacional de Historia 2006, señala que es
incongruente por parte de Chile hablar de soberanía, en momentos en que gran
parte de nuestros recursos y riquezas son entregados de manera expedita a
intereses extranjeros.
Chile ha basado su
argumentación sobre el diferendo marítimo con Bolivia en la intangibilidad de
los tratados, y en general en el ámbito jurídico. ¿Es sostenible proyectar en
el tiempo ese argumento?
Así como también las constituciones políticas tiene que ser
también eliminadas para dictar nuevas, como estamos viviendo ese proceso en
Chile, creo que la legalidad tiene una vigencia determinada,
históricamente acotada, y lo mismo vale para los tratados. Yo creo que el
tratado de 1904 y todos los tratados que se firmaron con Perú y
Bolivia, después de la guerra del Pacífico, son tratados que, de alguna
manera, establecieron las condiciones del vencedor de la guerra, y
establecieron un aparente statu quo, un tratado
de paz, en el fondo, para que no continuara la guerra, pero tendía a consolidar
y rigidizar un estado de cosas que no podía ser, sino transitorio. Bolivia y
Perú fueron derrotados, y en esa condición tuvieron que firmar los tratados
respectivos, y perdieron lo que perdieron. Pero eso tiende a cambiar con el
tiempo. Las fronteras fijadas de esa manera, están acotadas a una situación
determinada, y con el correr del tiempo, pienso yo, como historiador, la
historicidad exige muchas veces, que esos tratados sean revisados, y sean
actualizados, porque la condición de vencedor/vencido, es una situación del
momento, es epocal, digamos diez o veinte años, pero no eterna.
Entonces creo que el alegato chileno en La Haya es un alegato
que se aferra a la permanencia perpetua de los tratados, entonces tiene
la debilidad justamente de que no reconoce que los procesos históricos van
cambiando y se van transformando en el tiempo, y a la vuelta de ciento y
pico años es evidente que las condiciones entre Chile y Bolivia han
cambiado. Creo que por ese lado el alegato chileno es muy patriotero, quiere
rigidizar las cosas y mantener la condición de vencedor en el tratado, y eso
creo que está un poco en el aire, porque las cosas cambian y requieren que
todas las leyes deban ser actualizadas en algún momento.
¿Qué le parece la
estrategia de Bolivia de llevar su demanda marítima a la Corte Internacional de
Justicia de La Haya?
La estrategia de Bolivia, pienso yo como historiador, está
bien concebida desde el punto de vista que ella,acoge lo que estaba
planteando, es decir que los tratados necesitan ser revisados, después de cien
años en que las cosas cambian. Ahora es un hecho real, concreto y rotundo, que
Bolivia se quedó sin mar después de esa guerra y de ese tratado. Y en este
mundo actual, que está globalizado, donde las comunicaciones son ultra rápidas,
internet, el mundo está convertido en una aldea. Y mientras más globalizado
estemos, mientras más aldea mundial seamos, las fronteras valen menos, como en
Europa. En Europa existen las fronteras y se respetan los tratados, pero la
gente pasa y traspasa encima por un tema de la ciudadanía de toda la Unión
Europea. Entonces es realmente inconcebible que en América Latina, en donde
todos somos hispanoamericanos, hablando el mismo lenguaje, tenemos la misma
memoria, la misma tradición, no tengamos una unidad como país que relativice la
importancia de las fronteras, y yo creo que desde esa perspectiva de un mundo
globalizado, de países vecinos que necesitan interpenetrarse e
integrarse para producir su desarrollo común, necesitan revisar sus tratados a
efectos de lograr esa unidad. No es cuestión de darle soberanía a Bolivia y
nosotros quedamos menoscabados, eso es un lenguaje decimonónico. Creo que ahí
radica la debilidad chilena, los bolivianos tienen la ventaja de que están
pidiendo la actualización de un tratado en función de razones válidas, que en
rigor son válidas.
¿El general de la
sociedad chilena tiende a identificarse con el discurso o visión de las élites
sobre el tratamiento de los problemas entre Chile y Bolivia, tanto en los
tiempos de la guerra del Pacífico como cada vez que resurge este tema?
Sí y no. Porque es un hecho que el Ejército que ganó la guerra
del Pacífico, o los ejércitos que ganaron la guerra, estaban compuestos de
rotos, y los rotos en esa guerra no perdían ni ganaban nada. Simplemente ellos
los llevaron para pelear y murieron por miles y miles, y los que se
beneficiaron fueron, en definitiva, la élite empresarial chilena y la élite
empresarial inglesa, con otras nacionalidades que estaban involucradas en la
cuestión del salitre. Fue una especie de capital internacional que se fue
metiendo ahí, con mayoría inglesa y con minoría chilena, en última instancia.
Entonces, los rotos, de hecho, combatieron por principios y conveniencias
que no eran las de ellos, sino de las élites, e incluso élites internacionales.
Y dieron la sangre, y ganaron la batalla y se prestigiaron como ejército de
rotos, por eso el Ejército chileno, después de la guerra del Pacífico, quedó
prestigiado a los ojos de los mismos rotos, porque ellos ganaron esa guerra,
eso está claro. Todas las descripciones de las batallas nos revelan que gracias
al empuje de los rotos, los mineros, se obtuvo esa victoria. Entonces,
pasa que el pueblo chileno se prestigió a sí mismo, a través del Ejército en
esa guerra, y en esa medida, al prestigiarse a sí mismos, también le dio el
apoyo a la élite, entonces eso es complicado, por un lado, porque las glorias
del Ejército, que son las glorias del Ejército de rotos, son las de Chile y
nadie quiere negar esas glorias, pero en la práctica, más allá de la guerra,
más allá de los intereses capitalistas, en el norte de Chile conviven peruanos,
bolivianos, chilenos y tenemos peruanos aquí en grandes cantidades en Santiago,
estamos cada día comiendo más cocina peruana. Entonces, lo que pasa es que hay
integración real de los pueblos, pero no de los Estados, y no de las élites que
se agarran de los Estados, y lo que pasa en Bolivia y con su pueblo es que es
obvio que ellos no tienen mar, y les duele que les hayan quitado la provincia
que tenía acceso al mar, entonces el pueblo boliviano apoya, en ese sentido,
las pretensiones del Estado boliviano, pero eso no significa que se
identifiquen con las élites. Es un problema real para el país, sin lugar a
dudas. La cosa tiene muchos bemoles. Un historiador social tiene que
preocuparse de todos los aspectos del problema, y no sólo del tratado en sí.
Hay que recordar que en esa época Chile entregó soberanía gratuitamente.
La patagonia, la puna de Atacama, y ese tema no se toca en Chile.
Qué le parece que se
hable de soberanía marítima, en momentos en que en Chile el mar está
prácticamente privatizado.
Hablamos mucho de soberanía chilena sobre el territorio, pero
resulta que la soberanía nacional, por ejemplo sobre el agua, el agua está
privatizada, entonces dónde está la soberanía ahí. Poco a poco los ríos están
siendo privatizados. El cobre de hecho está privatizado, a pesar de que una
parte es de Codelco, pero la mayoría está en manos extranjeras. Entonces qué
tanto hablamos de soberanía, cuando estamos entregando la riqueza de este país
a los extranjeros en masa. Hasta la educación. Están apareciendo universidades
extranjeras dentro de Chile que se están apoderando de ciertos procesos
educativos. Hay incongruencias en todos estos planteamientos. Yo creo que la
frase del Presidente boliviano fue muy buena, “qué tanto hablan ustedes de una
democracia dinámica si no hay cambiado la Constitución de Pinochet”, lo
encontré genial.
En una entrevista
hace algún tiempo, usted mencionó que Chile, teniendo un amplio litoral,
debería ser capaz de entregar alguna porción a Bolivia.
Mirado históricamente, el tema de la costa, también es un
contrasentido, porque Chile con 4 mil 200 kilómetros de costa, ya a comienzos
del siglo XIX, 1830 por ejemplo, cuando no estaba el canal de Panamá, ni se
podía navegar mucho por el cabo de Hornos, Chile era el país de la costa del
Pacífico que podía haber estado destinado a conquistar los mercados del
Pacífico: China, Japón, Filipinas, la India al frente. Por tanto, la
vocación de un país que tiene 4 mil 200 kilómetros de costa es una vocación
marítima. Y Chile estaba destinado, por ubicación geográfica e histórica,
en ese tiempo, a conquistar el Pacífico, pero no. Los gobiernos de Portales, de
ese período, les entregaron el Pacífico a los ingleses, y le convirtieron
a Valparaíso en la base de operaciones para que los ingleses conquistaran el
Pacífico, en cambio Portales y compañía se preocuparon de quitarles un par de
provincias a los peruanos y bolivianos. Entonces, no utilizaron la costa como
un criterio para desarrollar el país, porque fue una conquista territorial
tierra adentro la que se hizo hacia el norte. Entonces seguimos teniendo 4
mil 200 kilómetros de costa más todavía que en 1830, y qué más da que los
bolivianos tengan un territorio para poner un puerto para embarcar y
desembarcar su mercadería. Hay una serie de contrasentidos en nuestra historia.
Si hubiéramos sido un país marítimo y que ocupamos toda la costa porque
dominamos el Pacífico, te creo. No les demos ni un milímetro de costa
a nadie. Pero no, este es un país de vocación terrícola. Si hasta Agustín
Edwards cuando se viste de chileno se pone un ponchito de huaso.
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