Necesitamos avanzar en un proceso pedagógico, de aprender
haciendo, que instale estos aspectos e involucre a los más amplios sectores
sociales en la movilización por una Asamblea Constituyente libre y soberana.
Hace un tiempo
atrás Camilo Escalona calificó a aquellos que impulsaban la Asamblea
Constituyente como fumadores de opio. Esta expresión, cuya intención se funda
en el deseo de que nada cambie, no dejó indiferente a aquellos que hacen de la
lectura de la realidad una actividad permanente, no porque fuera una analogía
odiosa sino porque en el fondo oculta algo de realidad.
Ello
no significa que asumamos la legitimidad del orden constitucional vigente, ni
menos pretendamos enterrar el debate constituyente bajo el consabido argumento
de que la actual correlación de fuerzas es desfavorable para las expresiones
del cambio. Nos hacemos cargo de ello, en un contexto signado por el proceso
constituyente anunciado por el gobierno -que no obstante sus características
restringidas, carente de instancias democráticas, deliberativas y vinculantes-
otorga una oportunidad para posicionar un tema sensible en la agenda pública.
Cuando
hablamos de posicionar, nos referimos a situarnos en el contexto político,
proponiendo desde nuestros valores y principios un camino que nos permita
transitar a una nueva constitución redactada por los pueblos que habitan Chile.
Decíamos
que, en el fondo, la reflexión de Escalona no dejaba de tener razón en el
sentido que las fuerzas que propugnan la Asamblea Constituyente no gozan de la
densidad institucional que les permita garantizar condiciones mínimas de
representación en un proceso institucional que condense el debate
constituyente; menos, por tanto, de garantizar contenidos transformadores.
Asimismo, los procesos sociales transitan un lento camino de recomposición,
golpeados por los martilleos propinados por la ofensiva conservadora.
Finalmente, ambos procesos -de configuración de la izquierda y de recomposición
política de lo social- no encuentran aún canales de retroalimentación y
proyección deliberativa colectiva.
Lo
anterior constituye un escenario adverso, pero que sitúa como prioritario
resolver estos problemas.
En
particular implica construir una fuerza de Nueva Izquierda capaz de ganar en
musculatura institucional que contribuya -junto a otros- a alterar la actual
correlación de fuerzas. Dicho de otra forma, debemos dotarnos de la capacidad
electoral y fuerza social necesaria para condicionar los ejes del debate
nacional como presupuesto de la apertura de un proceso constituyente.
Es
por ello que la capacidad de proyección institucional de la izquierda y sus
resultados en las próximas contiendas electorales son claves para generar
condiciones que hagan posible abrir dicho proceso con algún grado de éxito.
Sin
embargo, el proceso constituyente impulsado desde el gobierno ya está en
marcha, lo que obliga a tomar posición con una mirada de largo plazo. En lo
concreto eso implica partir interpelando al arco de fuerzas políticas y
sociales en torno a la eliminación de las trampas o candados institucionales
que garantizan el veto de la minoría por sobre las mayorías.
En
ese sentido, el primer paso y condición previa para la formulación democrática
de la vía constituyente no puede ser otra que el gobierno incorpore en la
reforma constitucional que habilite al próximo parlamento a definir el
mecanismo, la eliminación de los blindajes constitucionales de Pinochet,
expresados en el control preventivo en la formación de las leyes por parte del
Tribunal Constitucional y la eliminación de los quórum contra mayoritarios,
blindajes que de ser superados permitirían abrir una etapa de normalización
democrática, que sin cartas marcadas de antemano, permitan la libre
deliberación en torno una nueva carta fundamental.
De
no incorporarse estos aspectos, la sociedad chilena constatará que el actual
proceso constituyente carece de garantías democráticas y, por tanto, terminará
por reproducir en una nueva carta magna los blindajes que impiden la genuina
expresión de la voluntad soberana. Todo proceso constituyente surgido de este
maridaje no será otra cosa que un nuevo fraude que profundizará la crisis y, en
su momento, hará más profunda la ruptura.
Requerimos
avanzar en un proceso pedagógico, de aprender haciendo, que instale estos
aspectos e involucre a los más amplios sectores sociales en la movilización por
una Asamblea Constituyente libre y soberana. Consideramos que este camino,
sustentado en la acción en contra los pilares institucionales del modelo,
permitirá abrir un genuino proceso constituyente, al tiempo que nos permite
construir la fuerza social y política para desplazar a la minoría que con mano
ajena reconquistó el poder para defender sus granjerías y sus privilegios y que
pretende sostenerlos a costa del deterioro de la convivencia democrática.
Por Oscar Menares,
Abogado,
Comisión Política de Izquierda Libertaria.
FUENTE: http://www.eldesconcierto.cl/debates-y-combates/2016/04/04/proceso-constituyente-tareas-pendientes-y-un-camino-posible/
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