No anda lejos de la caspa
el PSOE, que mide su resultado en virtud de las supervivencias internas. Como
ha evitado el sorpasso, anda feliz como un niño con zapatos nuevos. Todos
mirando a ver cómo quedan en la pelea de dentro. Susana Díaz midiendo cuánto ha
sacado a Podemos (aunque la haya derrotado el PP en Andalucía), y Sánchez
ahuecándose el cuello de la camisa aliviado aunque haya llevado al PSOE al peor
resultado de su historia. Esto de la vieja política de partidos es cada vez más
patético. Una España que emigra y otra España que bosteza.
Vengo
insistiendo en que no basta adaptarse a lo que la gente quiere para ganar unas
elecciones. Eso te hace parecer en exceso táctico, limando constantemente las
aristas, negándote a ti mismo a cada instante, y, al tiempo, generando
confusión sobre lo que realmente piensas. En el enfado de la ciudadanía hay
mucho de rabia contra los excesos del sistema, no contra el sistema. Eso hace
ser muy vocinglero y bramar contra los gobernantes. Pero a la hora de la
verdad, te das cuenta de que no tienes demasiados argumentos contra los que
pensabas que desprecias y que tampoco tienes claro cuál es el modelo
alternativo. No te los han dado o no has llegado a entenderlos. Terminas
diciendo: son unos hijos de puta pero son nuestros hijos
de puta. Te emociona ver al zorro hacer la zeta en la mejilla del
Virrey rijoso, pero eso no basta que quieras ver al zorro sentado en la silla
del Virrey. Hasta que el zorro te diga realmente quién es y qué quiere hacer
con el país. Y desmontar las mentiras que han dicho sobre él requiere tiempo.
Cambiar un país no se hace en dos años.
No basta hacer un discurso
hueco, adornado con una labia simpar y embellecido con el oropel de las
televisiones si no planteas una alternativa clara y, al tiempo, insistes en el
problema que tienen los partidos con los que confrontas. Como vengo
insistiendo, si no das herramientas para movilizar a tus votantes, tus votantes
no se van a movilizar. Los dos partidos que no han criticado a las fuerzas
contra las que peleaban no han sacado el resultado esperado. Ciudadanos
criticaba solo a Rajoy porque si criticaba a al PP pensaba que no le iban a
votar. Y ahí está el resultado. Podemos hacía lo mismo con el PSOE, evitando
criticar al partido para ganar a sus votantes, limitándose a criticar a la
dirigencia. Dando a veces la sensación de que lo que realmente querría es
ocupar el lugar del PSOE, sin entender que el PSOE forma parte de un mundo que
pertenece ya al pasado. El rizo lo ha completado la campaña electoral, que
buscaba ser una suerte de PSOE punto dos. La transversalidad no es regresar a
la conciencia de ser muleta del PSOE ni ponerse ropas que recuerden al 82, sino
poner con palabras nuevas el discurso de la emancipación que afecta a las
mayorías en este tiempo de hegemonía neoliberal. De nada sirve la idea
brillante de hacer un catálogo de IKEA si eso no sirve para dejar claro cuál es
tu modelo de país. Les entusiasma la idea del catálogo, pero quieren ver cómo
queda el mueble montado. O verte con las herramientas en la mano –aunque sea
llave alen- apretando turcas. De nada sirve una campaña de sonrisas si no estás
con las víctimas. Y si no le muestras los dientes a los culpables concretos de
los dolores concretos. Al miedo no lo vences presentándote como un león
enjaulado, sino ganando a la gente para tu ejército.
El mito de las dos Españas
solo ha servido para justificar el autoritarismo de una minoría contra las
mayorías. Pero hoy es cierto que hay una España mayor, socializada en el
franquismo, rehén del miedo, con una idea muy débil de lo que debe ser la
ciudadanía (me da igual que los políticos roben si a mí me va bien) y que se
moviliza contra cualquier cambio; y otra España emergente que espera -me temo
que no siempre de manera activa- una política que se parezca a ellos. Esta
España más fresca se ha cansado del espectáculo estrictamente parlamentario de
los últimos meses -hasta las actividades de calle de Podemos han sido parlamentarias-,
de los debates desdentados, de la falta del coraje que te cuenta que debes
formar parte de una pelea dura porque te estás jugando un país. Y han desertado
del voto mientras que las personas mayores, con el miedo acrecentado con la
salida del Reino Unido de la Unión Europea, han vuelto a colgar en su salón el
bordado que dice “más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer”.
Los medios siguen queriendo
domesticar a Podemos. Y van a intentar convertirlo en una muleta del PSOE. Lo
de siempre. Por eso quieren decir que Pablo Iglesias es responsable único de un
resultado espectacular que solamente es malo si se le mide con las expectativas
de las encuestas-trampa. Olvidan que toda la Ejecutiva apoyó la confluencia con
Izquierda Unida. Y que las bases apoyaron de manera contundente, con el 98%,
esa confluencia. Y que nadie –tampoco Íñigo Errejón, como quieren presentar
algunos medios- se puso del lado del 2% que estaba en contra de esa
confluencia. Y que de no haberse presentado juntos el resultado hubiera sido
aún peor. El problema no está en la confluencia, que va en el camino correcto,
sino en entender qué ha fallado para que votantes que apoyaron a estos partidos
hayan decidido no hacerlo en estas elecciones.
Los
partidos políticos son instituciones cada vez más caducas, y en el siglo XXI
vamos a caminar hacia formaciones más “líquidas”. El futuro del espacio antaño
llamado izquierda va a ocuparlo una suerte de Frente Amplio donde Podemos va a ser la nave nodriza
pero solamente eso. De manera que la confluencia con IU va caminando en la
dirección correcta. Ahora bien, esa nostalgia de IU por lo pretérito es
excesiva. Dice Ortega que los españoles somos un pueblo extraño que proyecta
las esperanzas hacia el pasado y no hacia el futuro. De manera que IU, muy
española, insista en demasía con lo que fue, sus símbolos, palabras, análisis,
referencias, lemas, banderas, historia. Un mundo del trabajo que ya no existe.
Y una gloria que fue derrotada. No está mal que exista ese espacio, porque hay
gente que se ve reflejada en ese ámbito. Pero choca con la construcción de un
discurso que es transversal cuando apuesta por lo nuevo frente a lo viejo y lo
de abajo frente a lo de arriba y no cuando regresa al espacio confuso de
“izquierda y derecha”.
A Podemos le falta calle.
Le falta movilización popular, identificarse en los problemas sociales, estar
con las protestas laborales, discutir más con los sindicatos, con los
estudiantes, con los dependientes, con las mareas, con los autónomos, con los
damnificados de las multinacionales. A Podemos le hace falta menos ser
brillante en la televisión –ya lo es de sobra- y más ser útil para la gente en
la calle. Por eso mucha gente no ha entendido la firmeza a la hora de no ceder
a un gobierno de Rivera presidido por Sánchez. Aunque Sánchez mienta y diga que
iba a poner en marcha un gobierno de izquierdas. Porque hoy ya estaría
justificando los recortes con la excusa de los 8.000 millones que esta misma
mañana estaría reclamando Bruselas. Si Podemos se mimetiza con los demás
partidos, va a ser medido como los demás partidos. Y Podemos se ha mimetizado.
En la tediosa discusión parlamentaria para formar gobierno, en el tedioso
debate a cuatro, en la estricta presencia parlamentaria, en la falta de
originalidad en la organización interna. No se trata de ser izquierdistas sino
de ser originales.
Los que quieren que Podemos
sea muleta del PSOE dicen que el resultado es un fracaso de Pablo Iglesias.
Insisto en que toda la Ejecutiva es responsables del resultado, especialmente
los responsables de campaña. Y ni Pablo Iglesias ni Íñigo Errejón tienen que
dimitir. Eso es lo que quisieran los que saben que Podemos es muy probable que
gobierne en las próximas elecciones si es capaz de corregir sus errores. Felipe
González perdió en 1977 y en 1979. Aznar perdió en 1993. Rajoy en 2004 y en
2008. Volvieron a presentarse y ganaron. Los paniaguados del bipartidismo piden
dimisiones porque saben que Podemos es la única fuerza que va a hacer valer los
intereses de la mayoría. Y que saben que Pablo Iglesias es uno de los políticos
con mayor fuerza y preparación de la historia reciente de España. El PSOE va a
demostrar a partir de ahora que una cosa es predicar y otra dar trigo. La
socialdemocracia europea piensa que el trabajo estable es una reliquia del
pasado, negocia el TTIP con los Estados Unidos y está de acuerdo con las
políticas de austeridad. Son los mismos que quieren ejecutar a Jeremy Corbyn en
Gran Bretaña porque les parece un radical y que presenciaron alegres cómo
azotaban a Grecia por ser rebelde. En cuanto el PSOE demuestra quien en verdad
es –algo que siempre oculta en las elecciones- aparecerá Unidos Podemos como la
única fuerza que puede representar los intereses de la mayoría. Sólo falta que
haga un ejercicio de madurez y, pasadas las elecciones, pase a hacer política
en serio. A partir de ahora, lo que le toca es crecer.
FUENTE:http://www.comiendotierra.es/2016/06/27/a-la-primera-no-va-la-vencida/
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