La mejor salida del
sartén que conocemos es, por lejos, la salida post mortem de Gabriela Mistral.
Gabriela, lesbiana camiona (machorra/chonga/marimacho), poeta, ensayista, premio Nobel de Literatura.
Muchas menosprecian su
lesbiandad diciendo que no se reconoció en su tiempo. Vamos, eran los años
cuarenta y mientras otras de desvivían demostrando heterosexualidad, ella se
mantuvo fiel a su estilo camión de abrigo largo y zapato bajo, llevaba elegante
canas y pelo corto bordeando sus rasgos de mujer indígena, fumaba puros y pipa,
vivió con muchas de sus amantes y hasta crió un niño con una, inscribiéndolo
como hijo de ambas, cosa que ya se quisieran las madres lesbianas de ahora.
Soltera y tortillera.
Su metro ochenta de
estatura eclipsaba otras presencias. Se le notaba lo torta. Se le notaba pero
nunca lo dijo. Se le notaba tanto que habría sido comidillo de un programa de
farándula, pero no lo dijo. Y como no lo dijo, el machista mundo intelectual
latinoamericano, después de ignorarla por años, se rindió a sus pies, incluido
el falocéntrico grupúsculo de literatos chilenos.
Además de darle el premio
nacional de literatura, la hicieron heroína y nombraron madre del país.
Instalaron su lesbiano rostro en el billete de 5 mil pesos, pintaron su
tortillero caminar en las faldas del cerro Santa Lucía, la hicieron estudio
obligado en las escuelas, y le pusieron su nombre a cuanta sala, museo y
universidad montaron para seguir profitando de su genio.
Y cuando ya estaba así,
instalada en la masculina y eurocéntrica institucionalidad chilena, cuando era
tema obligado de coloquios y seminarios, entonces ven la luz sus apasionadas
cartas a Doris Dana, donde confirma, con la prosa sensual y enérgica que la
caracterizó, lo que siempre fue un secreto a voces: Gabriela era lesbiana,
escribió como lesbiana, vivió como lesbiana. En Chile, una lesbiana fue la
primera Premio Nobel del país, una lesbiana adorna el billete de 5 mil pesos,
una lesbiana duerme a los pies del cerro Santa Lucía y levanta su lesbiana
mirada en cada estatua, en cada homenaje, en cada museo que expone sus cartas y
diarios y se ríe desafiante cuando algunos intelectuales hombres, heridos en su
masculinidad, todavía intentan negar lo innegable.
Fragmento de Niña
Errante 15 de agosto de 1949:
“Doris querida , […] Tu reserva conmigo, cosa para mí imperdonable, me cierra ahora la boca. Yo aceptaré perderte sin decirte un ¡ay! De ayes está llena mi garganta, Doris Dana, pero yo no soy un romanticón ni un sentimentaloide. Yo voy a callar y a dejar tu vida libre. Tal vez lo que tú has buscado en estos días es sólo eso: recobrar tu libertad entera. (Tú eres de una raza libertaria y yo de una raza esclavista.) No llores por esta carta. Me es más fácil, mi amor, escribir que hablar estas cosas. Tu Gabriela. Tuyo."
TÍTULO: SICNoticias.
FUENTE: http://arepa-chora.tumblr.com/
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